lunes, 25 de junio de 2012

El mono-humanoide liberal: Hacia la participación política como reivindicación soberana del pueblo.

Si Ud. ha leído "2001: Una Odisea Espacial", de C. Clark, no tiene por qué extrañarse de la categoría superficial y arcaica con que trata a la política. (Digamos, a modo de introducción, que este libro es uno de los más grandes clásicos de la ciencia ficción, y que ya en 1968, año de su publicación, preveía los actuales medios de comunicación digital a través de internet, y una serie de avances tecnológicos que, aunque no le haya apuntado en las fechas, es muy posible que el ser humano alcance en un periodo de tiempo moderado). 

Si Ud. recuerda el primer capítulo, la parte que trata de los "monos - humanoides", y su precario (sobre) vivir, entiende que la supervivencia es lo primero para poder constituir vida "humana". Sin embargo, lo más interesante de dicho capitulo es la relación que el grupo de "moon-watcher", el genial líder del grupo principal, establece con los "Otros", esto es, los otros monos - humanoides de más allá del charco. Esta relación está marcada por el antagonismo, la hostilidad mutua, el simbolismo de una lucha ritual que no termina con la sangre de ninguno de los grupos, pero que les confiere identidad y sentido de pertenencia a cada uno de ellos. Escuchemos al propio autor:

"Su contento [el de "moon-watcher"] se desvaneció al alcanzar el riachuelo. Los Otros estaban allí. Cada día solían estar, pero no por ello dejaba la cosa de ser menos molesta"

De esta forma, es claro como la constitución misma de los Otros como grupo "diferente" al "nosotros", al grupo de "moon-watcher", representa la identidad colectiva y política. Pues sino, ¿cómo sabemos "que" somos nosotros, animales con un mínimo de inteligencia, una precaria razón? No siendo animales simples, como conejos o anfibios, los monos-humanoides de la novela ya presentan un sentido avanzado de identidad, y, lo más gracioso, de identidad política. Sigamos escuchando al autor:

"Había unos treinta, y no podrían ser distinguidos de los miembros de la propia tribu de Moon-Watcher. Al verle llegar, comenzaron a danzar, a agitar sus manos y a gritar, y los suyos replicaron de igual modo. Y eso fue todo lo que sucedió. Aunque los monos humanoides luchaban y peleaban a menudo entre ellos, era raro que sus disputas tuvieran graves consecuencias. Al no poseer garras o colmillos, y estando bien protegidos por su pelo, no podía causarse mucho daño mutuo. En cualquier caso, disponían de escaso excedente de energía para tal improductiva conducta; los gruñidos y las amenazas eran un medio mucho más eficaz de mantener sus puntos de vista".

Lo político, al igual que en el caso de los monos - humanoides, depende de estas "tribales" y "rituales" manifestaciones de antagonismo. ¿Es que acaso nunca ha estado en una manifestación, dónde los gritos entre ambos bandos (estudiantes - policías, por ejemplo, “castristas” o “gusanos”, “imperialistas” o “comunistas”, etc. Etc. Etc.) no terminan exaltando las pasiones, y mediante gritos, cantos, proyectiles de piedra y/o cualquier material disponible, no se rinde tributo y se da forma a la más importante y ritual forma de identificación humana, esto es la política? Quien no haya vivido algo parecido no podrá entender de qué trata fundamentalmente lo político. Y es que lo político, al igual que los monos - humanoides, depende de dicho antagonismo para constituir la propia identidad. ¿Qué es sino el discurso de Bush acerca de los países del "eje del mal", sino la continua constitución de la forma de vida americana, con sus pilares en el mercado y la democracia liberal como forma de vida (american way of life) frente a supuestas sociedades "autoritarias" como Venezuela, Bolivia, Irán, Siria, Corea del Norte, promotoras del "terrorismo"? Como si el terrorismo fuera algo nuevo, que los guerrilleros musulmanes hayan inventado... cómo si el terrorismo de Estado Judío, o Pinochetista, o Nazi, o el terrorismo marxista o anarquista, o fascista, nunca haya existido con anterioridad en la historia. No, no, no, lo que sucede es que Bush - además de buscar una excusa para su política imperialista - no puede prescindir de lo política para la constitución de la hegemonía militarista norteamericana. En fin, el "nosotros" (american way of life) frente al "ellos" (musulmanes o naciones terroristas) es lo que le permite ordenar en categorías suficientes y constitutivas sus fuerzas políticas, llenar de sentido nacionalista a sus compatriotas, ejecutar una guerra y mantener el poder de su proyecto, el poder hegemónico. Es lo mismo para los monos - humanoides.

"La confrontación duró aproximadamente cinco minutos; luego, la manifestación cesó tan rápidamente como había comenzado, y cada cual bebió hasta hartarse de la lodosa agua... El honor había quedado satisfecho; cada grupo había afirmado la reivindicación de su propio territorio. Y habiendo sido zanjado este IMPORTANTE asunto, la tribu desfiló por su ribera del riachuelo"

Pues sino es dinero, poder, honor, reivindicación, ¿Para qué hacen política los políticos? ¿Qué más puede desear alguien con un patrimonio de más de 2 mil millones de dólares (2.000.000.000 de dólares)? El "sentimiento", la "pasión", el "honor", y todas aquellas categorías no cuantificables y difícilmente asignables de valor o de indicadores, son propiamente políticos. La política de masas, el llamado al "pueblo" a movilizarse, la "politización" de las masas y todo aquello que parece extinto en una época de "operadores", "técnicos y tecnócratas", "agentes" o "especialistas" en política es un llamado particularmente político a todos aquellos que conforman un "pueblo". Tal como los monos - humanoides, cuando los representantes de ciertos partidos auto-proclamados "populares" hacen llamados al pueblo a no dejarse amedrentar por fuerzas oscuras, que no desean un país en "paz", o en "desarrollo" o con buena "gobernanza" (en otro estilo, más "científico", Estabilidad), están llamando al pueblo a no movilizarse, y por lo tanto, a no realizar una de las más antiguas y venerables actividades humanas, esto es la política; ahora, es más importante el circo del futbol para aquellos dirigentes, pues les permite alejar la euforia de las masas en eventos no - políticos (o pos políticos), y de esta manera llenar de sentimiento e identidad al pueblo a través de un slogan empresarial, de una camiseta, de un viaje a otro continente, y de paso llenarse los bolsillos de dinero escaso. Es impresionante el despliegue nacionalista - futbolero que los mundiales exacerban en la población... y es increíble también las rabias, penas, angustias y otras formas de sentimientos inoculados de los que padece esa misma población como el futbol puede canalizarlos. ¿Por qué no usar esos mismos sentimientos en lograr una vida mejor, más digna, en el sentido de que cada uno sea capaz de decidir su destino? ¿Qué tal si esos niños ricos, hijos de burgueses, que no quieren ser abogados o ingenieros, y que desean hacer cualquier otra cosa puedan hacerla? O para aquel que le guste hacer dinero pueda hacerlo, pero no necesariamente para él. Que pueda llevar una forma de vida digna, pero no de desperdicios, y que pueda generar dinero para aquellos que no les gusta generar dinero, pero que pueden usar su talento en alguna otra cosa.

Al igual que los monos - humanoides, lo político es un proyecto hegemónico, y si bien la situación de la tribu de Moon-Watcher frente a los Otros nos hace pensar en la lógica de la guerra fría, el final de este breve pero iluminador capitulo nos recuerda a la situación actual: la de un proyecto político hegemónico que ha triunfado sobre otro, esto es, el liberalismo económico y democrático, con su ideología neoliberal, frente al de la URSS comunista - colectivista. Un proyecto político frente a otro; una forma de concebir las relaciones estructurales de poder frente a otro. Un mundo unipolar es lo que tenemos, una pluralidad de formas de vida que no encuentran expresión y representación frente al mundo en la necesidad de sus múltiples demandas, pues sus necesidades se encuentran supeditadas a la decisión de un "otro", llámese agente, burócrata, político, el cual se guía por dos pilares incuestionables: mercado y democracia - liberal. De esta forma, termina el cuento y la historia, y la única forma de elegir por nosotros mismos es la constitución de un movimiento político amplio, que cuestione los pilares fundamentales del sistema; y sin embargo, este cuestionamiento tiene que ser con proyectos, ideas, ideas innovadoras, nuevas, acordes a nuestros tiempos... es la hora de participar! 

¿Y cómo termina la saga de los monos - humanoides? Moon-Watcher se transforma en el Rey de un mundo antiguo, olvidado por la historia. ¿Cómo? Gracias a la invención de Armas, y al simbolismo de la peor pesadilla de esta especie:

"Desde su ribera del riachuelo, en la jamás violada seguridad de su propio territorio, los Otros vieron primero a Moon-Watcher y a una docena de machos de su tribu destacarse como un friso móvil contra el firmamento del alba. Y al punto comenzaron a chillar su diario reto; pero esta vez no hubo respuesta alguna. Con la firmeza de un propósito definido - y sobre todo silenciosamente - Moon-Watcher y su banda descendieron la pequeña loma que atalayaba el río; y al aproximarse, los Otros se calmaron de súbito. Su rabia ritual se esfumó para ser reemplazada por un creciente temor. Se percataban vagamente de que algo había sucedido, y que aquel encuentro era distinto a todos los que habían acontecido antes. Los mazos y los cuchillos de huesos que portaban los componentes del grupo de Moon-Watcher no les alarmaban, pues no comprendían su objeto. Sólo sabían que los movimientos de sus rivales estaban ahora imbuidos de determinación y amenaza. 

El grupo se detuvo al borde del agua, y por un momento revivió el valor de los Otros, quienes, conducidos por Una-Oreja [su líder], reanudaron semianimosamente su canto de batalla. Este duró sólo unos segundos, pues una visión terrorífica los dejó mudos. 

Moon-Watcher había alzado sus brazos al aire, mostrando la carga que hasta entonces había estado oculta por los hirsutos cuerpos de sus compañeros. Sostenía una gruesa rama, y empalada en ella se encontraba la cabeza sangrienta del leopardo, cuya boca había sido abierta con una estaca, mostrando los grandes y agudos colmillos de fantasmal blancura a los primeros rayos del sol naciente.

(...) Al llegar [Moon-Watcher] a la orilla opuesta, Una-Oreja se mantenía aún en su terreno. Quizás era demasiado valiente o demasiado estúpido para correr; o acaso no podía creer realmente que estaba sucediendo aquel ultraje. Cobarde o héroe, al fin y al cabo no supuso diferencia alguna cuando el helado rugido de muerte se abatió sobre su roma cabeza. 

Chillando de pavor, los Otros se desperdigaron en la maleza; pero volverían, y no tardarían en olvidar a su perdido caudillo.

Durante unos cuantos segundos Moon-Watcher permaneció indeciso ante su nueva víctima, intentando comprender el singular y maravilloso hecho de que el leopardo muerto pudiese matar de nuevo. Ahora era él el amo del mundo, y no estaba del todo seguro sobre lo que hacer a continuación.

Más ya pensaría en algo".

Toda nueva realidad es posible


El lenguaje se constituye como la principal red de conexión entre los seres humanos. El “logos”, aquella capacidad de articular pensamientos y sentimientos a través de la palabra, se conjuga como el multi - cable que nos une, de una u otra forma, en sociedad.  No es de extrañar, dada esta realidad, que los usos que se le dé al lenguaje y a su capacidad performativa de transformar, literalmente el mundo, sean objeto de poder. Una lucha constante por el orden y significado de las palabras. Cuando Obama anunció, después de la muerte de Osama, que se había “hecho justicia”, está significando este antiguo concepto como el de la justicia del más fuerte. Las razones técnicas del derecho internacional, de la presunción de inocencia, y sin dilatar más este aspecto, de la ilegalidad del procedimiento, la falta a la soberanía de Pakistán, etc. Sólo promueven la visión de que “justicia” en este caso, había sido simplemente la “justicia del más fuerte”.

Las disputas por las palabras son trascendentales, pues en ellas se da el marco de acción de donde las acciones mismas tomarán forma. En la “era de la información” (distorsionada), la comunicación se ha vuelto vertiginosa. Este anuncio de que el tiempo corre más y más rápido, de que los días, meses y años son más cortos, y de que la cantidad de sucesos que pasan y pasan constantemente de una manera más rápida debe haber sido anunciado, escrito y reflexionado un millón de veces en cada época distinta. Si escritores como Ortega y Gasset se asombraban en los años veinte sobre los coches manejados a 50 km/h, y las enormes masas de población (casi quinientos millones de europeos hacia la citada década) que reproducían constantemente sus necesidades; en la actualidad, con un potencial de ocho mil millones de personas en un par de décadas más, y el progresivo desgaste de la naturaleza, la sensación de vértigo y el “llene de todos los espacios” para un sujeto como Gasset sería imposible de soportar.

Es por esto que el sujeto se constituye como un sujeto discursivo. Un discurso articulado, es un discurso hegemónico. Un individuo, antes de cumplir los dieciocho años de edad, ya sabe (discursivamente) como va a vivir esa vida, pues tiene algunas opciones para elegir: estudiar, trabajar, algún que otro viaje, trabajar, trabajar, y jubilar (miserablemente). El discurso que la familia, la religión, la educación, los medios, la publicidad, la arquitectura como sistema material de vida en sociedad,  hasta las reglas de transito nos van enseñando, terminan constituyendo la realidad, y posicionándolo a uno en un determinado lugar. Uno se vuelve una “posición de sujeto”, pues, socialmente, eres determinado con ciertos roles (estudiante, trabajador, empleado, asalariado, vendedor, etc.) y que la ley te hace cumplir. Obviamente, hay contradicciones en estos discursos. Pues no hay un “único” discurso imperante, esa especie de “matrix” o centro nivelador imperial que maneja los hilos del mundo y de nuestras conciencias desde un centro único (en Washington o el Pentágono). Lo que hay son juegos de poderes por la hegemonía discursiva.

Puesto que el discurso es realidad, y la realidad es discursiva, las formaciones sociales históricas son contingentes, no imperecederas. Ningún orden ha durado eternamente, y ningún conocimiento es perfecto. Así se da la paradoja de que los fenómenos históricos estén basados en realidades discursivas hegemónicas contingentes. La modernidad es un ejemplo, basado en el sistema capitalista de producción. ¿Por qué son contingentes las relaciones hegemónicas? Porque son contractuales, precisas de un momento determinado. El liberalismo y la democracia no eran dos palabras que se asociaran fácilmente en el siglo XIX. La Republica Liberal era en este entonces el sistema de gobierno por excelencia. Pero además, esto quiere decir que los sistemas hegemónicos de discurso no son totales ni totalizadores del espacio social. Si república y liberalismo eran el mejor gobierno en el siglo XIX, ¿Por qué en el siglo XX cambió a liberal – democracia esa excelencia de gobierno? Esto solamente confirma la contingencia de la relación discursiva entre tres palabras, articuladas en torno de una: liberalismo, con republica o democracia.

Para el contexto latinoamericano, la mal llamada “cuestión social” fue lo que abrió las puertas a la democratización de la sociedad por medio de la política. Denominar cuestión “social” a un hecho ampliamente político, como fueron las gigantescas protestas obreras y las articulaciones de sindicatos y confederaciones de todo tipo, es solamente otra muestra de cómo la educación chilena subvierte la historia, y se apodera de la memoria. Recuperar los legados de largas luchas populares es otra forma de poner en juicio al poder de la palabra establecida, y generar nuevas formas de poder.

Pues toda articulación discursiva hegemónica, al ser contingente, puede ser puesta a prueba. El discurso puede ser subvertido. Las relaciones de poder pueden ser cambiadas. Pues una relación hegemónica es una relación de totalidad fallida, pero convertida en totalidad plena. Cuando se piensa que el sistema “es así”, se está validando el hecho de que por naturaleza, tenemos que conformarnos con “este mundo”. Pero si entendemos que las relaciones hegemónicas, esa realidad totalizante (“el sistema”, “el mundo”, el capitalismo”) es contingente e histórico, la puerta puede ser abierta para demandar la entrada de un nuevo discurso. Ya lo dijo Gramsci, para revolucionar el estado de cosas, se necesita articular una nueva hegemonía. Y es desde las palabras que se da la primera lucha, y se establece el marco de referencia (la “cancha” y las “reglas”) de donde se va a poner en cuestión la realidad siempre contingente, siempre re – articulante.  

Sobre el futuro y el tiempo


De que la política la hacemos todos. De que la participación es importante, esencial para el funcionamiento de la democracia, y más sustantivamente aun, del ejercicio y conservación de los derechos, de la justicia y en especial de la igualdad. De que el movimiento estudiantil ha puesto en juego la institucionalidad, trayendo lo político de nuevo a la “superficie” (ese movimiento de la forma que sacude al estado policial - institucional).

Quisiera salirme un poco de la coyuntura, y reflexionar sobre el futuro y el tiempo.

La violencia se aplica aquí y ahora, constantemente. En varias formas, lugares y tiempos. Colas eternas en el supermercado, demoras en el ir y venir de la ciudad (auto privado o transporte público), bancos, farmacias, instituciones públicas o privadas. Todas violentan el tiempo personal y único de cada uno, y obtienen réditos con ello. Más relevante aun, los tiempos políticos son constantemente violentados por el ejercicio de la tecnocracia gerencial que nos obliga a ir despacio, y mediante aquella cantinela feroz, nos obliga a someternos al tiempo de la demora, a la institucionalidad de los procesos, al sometimiento de los productos y a la burocratización de la vida pública.

La articulación del lenguaje, la nueva perspectiva de que mediante conexiones simbólicas podemos someter (y ser sometidos) en un constante juego de poder e intercambio de la realidad (o la realidad someternos constantemente, como la Cosa lakaniana), y la constante heterogeneidad constitutiva del lenguaje, puede ayudar a la generación del significante que nos ayude a unir las demandas tan anheladas, ambicionadas, pretendidas, mediante la performación del nosotros en un proceso de constitución de una identidad perdida.

La construcción de la identidad popular, que reivindique las demandas del pueblo y la ciudadanía en todos sus derechos, es obviamente la construcción de otra máquina a derribar, para ser reconstruida y reescrita constantemente. Sea el principio de revelación, redención, renacimiento, renovación, revolución, reapropiación, recomposición o reestructuración, la construcción del pueblo de chile, encarnado en sus diversas y plurales formas de organización e individualización es una constante construcción simbólica, necesaria para ser y conocer el nosotros y el ellos.

La reescritura de la modernidad se entiende, en ese sentido, como el constante influjo de entendernos a nosotros mismos en nuestro presente. Otear brevemente el futuro, atisbando el pasado para comprender el presente, me parece una de las principales luchas ideológicas por generar una hegemonía política que ponga en cuestión el inexorable muro de hierro del ahora – realidad. 

¿Verguenza republicana? ¡Humor Político!


¡Qué verdad dice el titular de Cambio 21 cuando exclama que “Nunca antes, en la historia republicana, los chilenos se habían reído tanto de su Presidente de la República”![1] ¿Qué es lo que sucede con el gobierno de Piñera, que parece condenado al ridículo, al improperio y al “hueveo” constante y cuando no lisa y llanamente a la no – obediencia?

Casi diariamente pueden verse videos, fotos, imágenes y diversas facetas del Presidente en internet y en las redes sociales que lo ridiculizan al máximo. Baste recordar el “bono chocman”, dónde una muy sentida y dolorida derecha oficialista salió a defender el “acto republicano” del 21 de Mayo contra la agresión de la risa hilarante de todos esos “inútiles subversivos” – en palabras de otro chistoso afín al gobierno. Es de notar la enorme proliferación de páginas web que se dedican solamente a eso: burlarse del presidente, sus ministros y cercanos colaboradores (a Bachelet no le va muy bien, lo que confirma la burla a la “clase política” en general).

Y bueno, ¿Qué es lo que sucede? La politología explica: crisis de representatividad de un sistema político que tocó fondo. De unas instituciones que no reflejan el “sentir ciudadano”, sus demandas y que han desconectado a la “clase política” del “ciudadano común”. Sin embargo yo pregunto, ¿Qué sistema político no lleva, en sí mismo, una crisis de representatividad? A los empiristas, ¿En qué momento de la historia, un régimen político se ha visto autentica y  fielmente superpuesto con aquellos que dice representar? ¿Dónde estuvo la edad de oro de la representación? No nos dejemos llevar por el cinismo absoluto; un poco de nihilismo no está mal, pero ojo que la historia la construyen los hombres (en sentido político, no de genero claro). La representación es un hecho y es necesaria para hacer funcionar ese enorme cuerpo político – o máquina, como se prefiera, que es el Estado.

Si no es la representación el problema fundamental, ¿Por qué esa ironía respecto a Piñera, más que a otros gobernantes de Chile? Podemos buscar otras explicaciones: la condición de híper - empresario del presidente, el agotamiento de la Democracia Tutelada del modelo chileno, las injustas relaciones en la distribución de la riqueza, etcétera, etcétera, etcétera… podríamos no terminar nunca, y la derecha aun seguiría diciendo: tenemos la menor tasa de desempleo, el mayor crecimiento económico, la mejor gestión de gobierno, etc. ¿No quieren empleo? ¿No quieren comer y vivir? Bueno, únanse a nosotros, que tenemos (sino las mejores) las únicas condiciones para que esto suceda.

En fin, en medio de ese debate de sordos nada puede ayudarnos a entender la rebelión del sujeto chileno frente a la autoridad. Estamos claros que no son todos los chilenos; pero no importa, la democracia se construye con mayorías y al menos la juventud ha demostrado que el hueveo tiene para rato.

El problema de Piñera, más que de ningún otro gobernante, está en su forma. Es ridículo en sí mismo. Como sujeto individual y como sujeto político. Para analizar el primero no es necesario escribir. Solo hay que ver un rato la TV, abrir unas cuentas páginas web y reír tranquila (y privadamente) un rato. No concierne a la esfera pública.

Es al segundo de estos hilarantes sujetos al que quisiera referirme. ¿Qué representa Piñera para el chileno? (ya que está tan de moda hablar de representación). Como sujeto político, representa lo más indignante, sucio y oscuro de la actividad política: el autoritarismo del que tiene mucho dinero, de la buena familia y de “la clase”, del apellido que puede pagarse un historiador que reconstruya su genealogía hasta los Incas. Representa el arribismo y la falta de honestidad del político que, por ascender, es capaz de destruir la carrera de sus colegas. Representa las “vueltas de chaqueta” cuando dice no apoyar a Pinochet, pero con un simple click vemos en internet un video donde lo defiende como el que más. Representa el cinismo de declararse sujeto de clase media, y que en verdad es parte de los mil millonarios de este mundo. En fin, representa todo lo que es indignante en política.

Sin embargo, no nos hemos alejado mucho de las explicaciones empíricas, ¿no? Sí, pero estas no son causas políticas para una ciencia seria como la politología. Sin embargo, con una breve mirada fenomenológica las cosas cambian.

Cuando en una marcha carabineros de fuerzas especiales gasea y golpea a menores constantemente, se está gestando una forma. Y es en esta forma donde reside el impulso del movimiento político; del movimiento de los de abajo contra los “grandes”, en palabras de Maquiavelo.

Y es que los actos del poder intervienen en el estado de la opinión pública y alteran los sentidos. Al intervenir en este estado, el poder trastoca los equilibrios del consentimiento social, lo que puede llevar a cambiar el orden imperante. Al actuar así, el poder crea una apariencia, el cual es el lugar propio de la verdad de la acción histórica, impidiéndole ver la imagen de sí mismo que ofrece a los demás. Entonces, es una condición fundamental de la política desarrollarse en la apariencia. Debemos tener claro que la atribución de sentido al mundo se da en la forma de los fenómenos. Y que lo real se da en la percepción intersubjetiva (entre yoes, no en mí).

El gran error del marxismo fue abandonar esta vocación por las formas de los fenómenos y querer controlarlos por medio de la técnica del conocimiento. “Si lo social es, como dice Lukacs, una “segunda naturaleza”, sólo nos queda gobernarla como se gobierna a la naturaleza por medio de una técnica que sólo admite criterios de la eficacia, no según criterios de sentido” (Merleau – Ponty). ¿No suena parecido a la verborrea oficial sobre la necesidad de más gestión para los “negocios” del Estado?

Y es que no puedo dejar de recordar al denostado Sergio Melnick, antes del triunfo de Piñera en las elecciones y haciendo prácticamente de vocero en Tolerancia Cero, pedir “más gestión, más gestión, más gestión” como un mantra que solucionaría todos nuestros problemas.

Y bueno, ¿Cuál es entonces la relación entre denostación y denigración pública – por medio del humor – a la figura del presidente, por un lado, y la necesidad de más gestión, por el otro? Sobre la gestión es fácil: es el recurso ideológico de la derecha por excelencia. El gobierno de los técnicos, donde no cabe ni el pueblo (los que no saben) ni la democracia (asimilada a toma de decisiones burocráticas, lentas e ineficaces). En nuestro contexto eso se llama neoliberalismo. Parafraseando a Ranciere, es el orden de la policía por sobre el de la política.

Y respecto a lo primero, es la subversión del orden establecido. De las figuras políticas entendidas como autoridad. Es la política por sobre la policía, el rompimiento del orden autoritario y hegemónico, ¿el surgimiento del acontecimiento de Badiou? No lo sé, ni lo creo en el Chile de hoy. Pero esa es la magia del acontecimiento: no se puede explicar por “causas”, por lo que sería vano siquiera empezar a buscarlas.

Si bien es cierto que todo proceso contra – hegemónico, para consolidarse necesita reforzar las estructuras políticas para su mantención, primero necesita seguir una lógica de la equivalencia entre demandas que lo haga surgir. La puesta en escena que el pueblo de Chile adopte para construirse ya se está dando: en las asambleas territoriales, en las asambleas estudiantiles y de ciudadanos, en los mecanismos de igualdad que los sujetos activos políticamente practican, en la resignificación de la historia y de nuestros símbolos, como la bandera gigante de las marchas frente a la bandera gigante de Piñera. Ahí también hay representación. Pero como delegación de autoridad, tal como Rousseau la entendía ya en el siglo XVIII. No como la representación actual, que crea “clase política”.


[1] http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20120505/pags/20120505153216.html