lunes, 25 de junio de 2012

Sobre el futuro y el tiempo


De que la política la hacemos todos. De que la participación es importante, esencial para el funcionamiento de la democracia, y más sustantivamente aun, del ejercicio y conservación de los derechos, de la justicia y en especial de la igualdad. De que el movimiento estudiantil ha puesto en juego la institucionalidad, trayendo lo político de nuevo a la “superficie” (ese movimiento de la forma que sacude al estado policial - institucional).

Quisiera salirme un poco de la coyuntura, y reflexionar sobre el futuro y el tiempo.

La violencia se aplica aquí y ahora, constantemente. En varias formas, lugares y tiempos. Colas eternas en el supermercado, demoras en el ir y venir de la ciudad (auto privado o transporte público), bancos, farmacias, instituciones públicas o privadas. Todas violentan el tiempo personal y único de cada uno, y obtienen réditos con ello. Más relevante aun, los tiempos políticos son constantemente violentados por el ejercicio de la tecnocracia gerencial que nos obliga a ir despacio, y mediante aquella cantinela feroz, nos obliga a someternos al tiempo de la demora, a la institucionalidad de los procesos, al sometimiento de los productos y a la burocratización de la vida pública.

La articulación del lenguaje, la nueva perspectiva de que mediante conexiones simbólicas podemos someter (y ser sometidos) en un constante juego de poder e intercambio de la realidad (o la realidad someternos constantemente, como la Cosa lakaniana), y la constante heterogeneidad constitutiva del lenguaje, puede ayudar a la generación del significante que nos ayude a unir las demandas tan anheladas, ambicionadas, pretendidas, mediante la performación del nosotros en un proceso de constitución de una identidad perdida.

La construcción de la identidad popular, que reivindique las demandas del pueblo y la ciudadanía en todos sus derechos, es obviamente la construcción de otra máquina a derribar, para ser reconstruida y reescrita constantemente. Sea el principio de revelación, redención, renacimiento, renovación, revolución, reapropiación, recomposición o reestructuración, la construcción del pueblo de chile, encarnado en sus diversas y plurales formas de organización e individualización es una constante construcción simbólica, necesaria para ser y conocer el nosotros y el ellos.

La reescritura de la modernidad se entiende, en ese sentido, como el constante influjo de entendernos a nosotros mismos en nuestro presente. Otear brevemente el futuro, atisbando el pasado para comprender el presente, me parece una de las principales luchas ideológicas por generar una hegemonía política que ponga en cuestión el inexorable muro de hierro del ahora – realidad. 

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